Wednesday 13 March 2019

SANTO ROSARIO CON PADRE PIO

SANTO ROSARIO – Cuaresma 2019

+Señal de la cruz

Rezamos este Santo Rosario por todas las intenciones recibidas en los Gru-pos de Oraciòn de Padre Pio, por sus integrantes y sacerdotes guía, por la Casa Alivio del Sufrimiento, por los enfermos y dolientes, por nuestra San-ta Iglesia,  el Papa Francisco, el Cardenal Mario, los Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, por las vocaciones y por las almas del Purgatorio.
Y pedimos especialmente vivir esta Cuaresma y nuestra vida entera en santidad.

Oración de inicio

Santísima Virgen, tú que has sabido guardar a Jesús y penetrar hasta la profundidad más íntima de su persona:  enséñanos a guardarlo, a guar-darlo prolongada y devotamente en el Tabernáculo en que está presente.
Enséñanos a escuchar en silencio las palabras que Él nos dirige y a iniciar con Él un diálogo personal.
Haznos vislumbrar las maravillas que Él desea operar en el secreto de nuestras almas.
Concédenos apreciar el mucho tiempo que Él está ocultamente cerca nuestro  y cuán grande es la amistad que nos demuestra.
Ayúdanos a responder a su amor con el ímpetu de todo nuestro ser, a perdernos enteramente, como tú, en una mirada de amor fija sobre Él. Amén

Rezamos el Pèsame

Meditaremos en cada misterio un texto extraído del libro ”Las cuarenta horas de Padre Pio. Oremos, Adoremos”

Primer Misterio: (según el dìa)  

Jesús agoniza en el huerto de Getsemaní por el desprecio y la indiferencia de los hombres ante su amor. Él “los amó hasta el extremo” (Jn 13,1), es decir, los amó hasta las últimas consecuencias..., hasta llegar a aparecerse al pan  para convertirse en alimento de los hombres. Entonces Él, en el huerto de Getsemaní, sufrió incluso por el sacrilegio y el desprecio de los hombres por la Eucaristía. Jesús fue consolado por un ángel allí en el huerto; por lo tanto nosotros deseamos ofrecer a Jesús sacramentado toda la compasión y el amor de su Madre, la única que, en toda su plenitud, se ofreció al amor de su Dios.

Padre Nuestro, 10 Ave María y Gloria 

Oh Jesùs mìo, perdona nuestras culpas, lìbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas y socorre especialmente a las màs necesita-das de tu misericordia.

Ave Marìa Purìsima  sin pecado concebida
Santo Padre Pio    ruega por nosotros

Segundo Misterio:

San Pío decía: “Es más fácil que el mundo pueda mantenerse  sin el sol que sin la Misa”.
 Víctima silenciosa de nuestros altares, Jesús continúa ofreciéndose al Padre como durante la flagelación, como reparación de todas las maldades e iniquidades humanas.
El apóstol Pablo exhorta: “¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?  El que se une al Señor se hace un solo espíritu con Él... Glorificad, por tanto a Dios en vuestro cuerpo” (1 Co 6,15-19). Jesús, escondido en la pequeña Hostia del altar, ordena nuestras pasiones y nos logra la paz. Nos acercamos, entonces, a nuestro buen Médico para glorificar a Dios en nuestro cuerpo, como lo hace  la Inmaculada que ya ha ascendido al Cielo en cuerpo y alma.

Padre Nuestro, 10 Ave María y Gloria

Oh Jesùs mìo, perdona nuestras culpas, lìbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas y socorre especialmente a las màs necesita-das de tu misericordia.

Ave Marìa Purìsima  sin pecado concebida
Santo Padre Pio    ruega por nosotros


Tercer Misterio:  

En ninguna otra parte de la pasión se manifiesta la humillación a la cual estuvo sujeto el Señor como en la coronación de espinas. En la Santísima Eucaristía, por tanto, la humillación y el rebajamiento de Dios son insondables. ¿Cómo podemos explicar este estado de Jesús en la Hostia consagrada, si no reconocemos que Dios se humilla tan profundamente para confundir nuestro orgullo, raíz de todos nuestros pecados?
Nos creemos más sabios que Dios y criticamos todo, pero no ponemos en práctica sus mandamientos. Sigamos el ejemplo de María, que se reconoció “la esclava del Señor” (ver Lc 1, 3-8) y pidámosle su gracia para entregarnos humildemente, como ella lo hizo, a la voluntad de Dios.

Padre Nuestro, 10 Ave María y Gloria

Oh Jesùs mìo, perdona nuestras culpas, lìbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas y socorre especialmente a las màs necesita-das de tu misericordia.

Ave Marìa Purìsima  sin pecado concebida
Santo Padre Pio    ruega por nosotros

 Cuarto Misterio:  

“El que no lleve su cruz y venga en pos de mí no puede ser mi discípulo ” (Lc 14, 27). La Virgen Santísima, que, desde la profecía de Simeón, sintió la punta de aquella espada que después lenta e inexorablemente penetró en su Corazón hasta traspasarlo en el Calvario, nos da la gracia para soportar los pequeños y grandes sufrimientos de cada día y unirlos, como lo hizo Él en el Calvario, al sacrificio de Cristo que se renueva cada día en nuestros altares.

Padre nuestro, 10 Ave María y Gloria

Oh Jesùs mìo, perdona nuestras culpas, lìbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas y socorre especialmente a las màs necesita-das de tu misericordia.

Ave Marìa Purìsima  sin pecado concebida
Santo Padre Pio    ruega por nosotros

Quinto Misterio:  

El Sacrificio eucarístico es recuerdo del  Calvario. Decía San Pío: “En la Misa está todo el Calvario” (13); y cuando se le preguntó: “Padre, ¿cómo debemos participar en la Santa Misa?”, él respondió: “Como la Virgen, como San Juan y las piadosas mujeres del Calvario, amando y compadeciendo”.  En el Calvario, María refleja todo el dolor y todos los sentimientos de su Hijo. Ella es la Cordera sacrificada con el Cordero sacrificado, y en cada Santa Misa se actualiza, junto a Jesús Víctima, la presencia y ofrecimiento de María como Corredentora. Ella es la hostia con Jesús Hostia. Los fieles, que tienen el sacerdocio común por el bautismo, pero en particular el sacerdote, que tiene el sacerdocio ministerial, recibido en el Sacramento del Orden Sagrado, deben tener como modelo a María, ofreciendo a Dios no sólo el cuerpo y la sangre de Cristo, sino también la “propia vida, su propio trabajo y todas las cosas creadas”

Padrenuestro, 10 Ave María y Gloria

Oh Jesùs mìo, perdona nuestras culpas, lìbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas y socorre especialmente a las màs necesita-das de tu misericordia.

Ave Marìa Purìsima  sin pecado concebida
Santo Padre Pio    ruega por nosotros

Rezamos ahora por la intenciòn del Papa Francisco para este mes:

Por la evangelización: Por las comunidades cristianas, en particular las que son perseguidas, para que sientan la cercanía de Cristo y para que sus derechos sean reconocidos.

Salve, 3 ave María y Gloria

Rezamos la Oraciòn a san Miguel Arcàngel  por el Padre Gustavo Seivane,  asesor espiritual de los grupos de Padre Pio en nuestro país. Pedimos su protección, salud,  paz y fortalecimiento

"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los otros espíritus ma-lignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas.
Amén."

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.+




Omnipotente Dios, a quien Jesucristo nos enseñó a llamar Padre, cúbrenos con la Sangre de tu Hijo.

• Nos proteja su Sangre para que ninguno de nosotros sea engañado, equivoque sus caminos, se deje amedrentar, ni elija el mal. Amén.

• Nos proteja la Sangre de Cristo para que realicemos con fidelidad la misión que el Señor nos ha encomendado, y lo hagamos con alegría y amor,  sin retrasos ni errores.
• Nos proteja la Sangre de Cristo, y sane las heridas de nuestra convivencia, componga lo roto, arregle lo que parece imposible de arreglar, y fortalezca todo lo bueno que haya en común.
• Nos proteja la Sangre de Cristo para que establezcamos relaciones con los demás, que sean sanas, basadas en valores gratos a Dios, y que nos ayuden a crecer en el bien.
• Nos proteja la Sangre de Cristo para que vivamos con santa integridad. Con armonía moral, física, mental, y espiritual.
• Nos proteja la Sangre de Cristo contra el mal y la destrucción. Para que nuestras casas y lugares de trabajo sean habitados por la paz, el cariño, y el respeto, encontrando en ellos refugio, fuerza, y esperanza.
• La Sangre de Cristo cubra nuestros alimentos, a nuestros animales, y a nuestros viajes y traslados, protegiendo de accidentes, incidentes, y daños.
• La Sangre de Cristo proteja nuestras labores y finanzas, de modo que estén cubiertas nuestras necesidades básicas.
• Nos proteja la Sangre de Cristo contra todo daño, peligro, engaño, descuido, trampa, maldad, maleficio, o acción demoníaca.
• La Sangre de Cristo nos defienda, nos limpie, repare los efectos de nuestros pecados o el de los demás, haga de manto sobre nosotros, los nuestros, y lo nuestro, de modo que su Amor impida  los ataques, la destrucción, y la suciedad, proveniente de los espíritus malignos.
• La Sangre de Cristo nos cubra haciéndonos invisibles e inaudibles a los demonios.

Socorre Señor nuestras almas que redimiste con tu Sangre Preciosa.
Gloria a la Sangre de Jesús, ahora y por siempre.

                                                                                                     
Padre Gustavo Seivane

CONSAGRACION AL SAGRADO DORAZON DE JESUS


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Rendido a tus pies, ¡Oh Jesús mío!, considerando las inefables muestras de amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña, de continuo, tu adorabilísimo Corazón, te pido humildemente, la gracia de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo.


Para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que generoso concedes a los que de veras te conocen, aman y sirven. Mira que soy muy pobre ¡oh dulcísimo Jesús! y necesito de vos como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar, mira que soy muy rudo ¡oh Soberano maestro!, y necesito de tus divinas enseñanzas para luz y guía de mi ignorancia.


Mira que soy muy débil, ¡oh Poderoso amparo de los débiles ! y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en vos para no desfallecer. Sé todo para mí, Sagra do Corazón,
Rendido a tus pies, ¡Oh Jesús mío!, considerando las inefables muestras de amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña, de continuo, tu adorabilísimo Corazón, te pido humildemente, la gracia de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo.

Para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que generoso concedes a los que de veras te conocen, aman y sirven. Mira que soy muy pobre ¡oh dulcísimo Jesús! y necesito de vos como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar, mira que soy muy rudo ¡oh Soberano maestro!, y necesito de tus divinas enseñanzas para luz y guía de mi ignorancia.


Mira que soy muy débil, ¡oh Poderoso amparo de los débiles ! y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en vos para no desfallecer. Sé todo para mí, Sagrado Corazón: Socorro de mis miserias, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad.


Tú me alentaste y convidaste cuando con tan tiernos acentos dijiste, repetidas veces en tu Evangelio: “Venid a Mí, aprended de Mí, pedid, llamad…” a las puertas de tu corazón vengo hoy, y llamo, pido y espero. Del mío te hago ¡oh Señor! Firme, formal y decidida entrega: tomalo vos, y dame en cambio lo que sabes me ha de hacer feliz en la tierra y dichoso en la eternidad.


Améndo Corazón: Socorro de mis miserias, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad.


Tú me alentaste y convidaste cuando con tan tiernos acentos dijiste, repetidas veces en tu Evangelio: “Venid a Mí, aprended de Mí, pedid, llamad…” a las puertas de tu corazón vengo hoy, y llamo, pido y espero. Del mío te hago ¡oh Señor! Firme, formal y decidida entrega: tomalo vos, y dame en cambio lo que sabes me ha de hacer feliz en la tierra y dichoso en la eternidad.


Amén

ORACION AL DIVINO NIÑO QUE RECITABA EL PADRE PIO





¡Oh, Divinísimo Espíritu, mueve mi corazón para adorar y amar!


Ilumina mi intelecto para contemplar lo sublime de este gran Misterio de caridad, de un Dios que se hizo Niño.


Enciende mi voluntad para que pueda con ella dar calor al Dios que por mí tiembla sobre la paja.


Madre mía María, condúceme contigo a la gruta de Belén y haz que me sumerja en la contemplación


de todo lo grande y sublime que está por desarrollarse en el silencio de esta noche, la más bella y grande que el mundo haya visto jamás. Amén